Eva R. (Español)

 

Mi cadera derecha venía molestándome puntualmente desde hacía tiempo, pero debo confesar que no le hice nunca demasiado caso. Al cabo de unos días los dolores remitían y yo seguía con mi vida. Pero en verano de 2016 comenzó a dolerme el cuádriceps de una forma extraña. Al principio era como tener la pierna cansada a todas horas, luego me resentía al correr. Hacia octubre pasó a dolerme de forma intensa y limitante, todo el día; me dolía el cuádriceps, el glúteo, la ingle. Por la noche no podía dormir porque no encontraba una postura en que no me doliera la pierna. Cuando salíamos con la familia (al zoo, a pasear…) cojeaba y apenas podía seguir el ritmo, y cuando mis hijos (4 y 7 años) me pedían que jugara a fútbol con ellos tenía que decirles que no. No aguantaba de pie demasiado tiempo pero tampoco sentada estaba bien y eso era un problema porque mi trabajo se realiza todo mediante el ordenador. Tuve que dejar de ir al gym porque no podía hacer muchos de los ejercicios y salí dolorida de las sesiones.

Pero lo peor era que este dolor continuado estaba amargándome el humor. Aunque soy una persona alegre y positiva, en esa época estaba enfurruñada todo el día, lo que repercutía negativamente en mi vida familiar. Era consciente de ello e intentaba animarme, al menos en apariencia, pero me resultaba muy duro.

Fui al médico. La traumatóloga me exploró y desde el principio me recomendó unos estiramientos, que me hacían mejorar puntualmente pero no veía avances reales. Luego me realizaron una resonancia magnética de la cadera. El diagnóstico no fue nada con un nombre concreto, pero no tenía FAI. Lo que decía el informe era: “cambios degenerativos en articulación coxofemoral derecha con pinzamiento de espacio articular y geodas subcontrales en el techo acetabular. Marcado engrosamiento y aumento de señal del labrum (…) ocasionando una sobrecobertura focal posterior”. El médico rehabilitador lo llamó “una cadera complicada”, y me dijo que para explicarlo a mis conocidos dijera que era “artrosis”. Un osteópata lo llamó “enfermedad del labrum”. Todos me decían que el dolor no desaparecería, aunque podía reducirse con el tratamiento adecuado.

En principio, seguí el protocolo establecido por mi compañía de seguro médico. El médico rehabilitador me recetó 10 sesiones de rehabilitación y las hice religiosamente. Pero esas sesiones no están personalizadas (de 5 a 9 pacientes por fisioterapeuta!!) y solamente se enfocaban a reforzar los músculos alrededor de la cadera. Únicamente en un par de ocasiones en que llegué muy dolorida a la sesión la fisioterapeuta me hizo unas manipulaciones para intentar aligerar el dolor. La pierna me dolía más al hacer algunos de los ejercicios y en bastantes ocasiones salí de la sesión peor que entré. Nadie atendió a mi sensación de agarrotamiento en el cuádriceps, que era lo que más me dolía. Por eso comencé a investigar en Internet, hasta que encontré el FAI Fix. También comencé a visitar a un osteópata, que se centró en relajar los músculos más contraídos.

Mi duda principal era que mi diagnóstico no era de pinzamiento, y además el coste del programa FAI Fix me parecía muy alto para tratarse de un libro electrónico y algunos vídeos. Estuve pensando en comprar Healthy Hips, pero me sentía muy identificada con los síntomas descritos por las personas con FAI y pensé que si FAI Fix resultaba muy complejo siempre podría realizar una versión “simplificada” del mismo, pero no podría realizar una versión “avanzada” del progrma Healthy Hips. Al final realicé el FAI Fix al detalle, sin simplificar nada.

Aunque yo no tenía FAI, mis síntomas se parecían mucho a los de la gente con FAI, y además Matt y Shane daban consejos muy concretos en sus vídeos, que me inspiraron confianza. Me gustó el enfoque “muscular” de Matt y Shane, puesto que yo sentía que mi problema estaba en los músculos, era lo que realmente me dolía. Pensé que por el importe de tres sesiones de osteopatía podía encontrar una solución definitiva. También me atrajo que el FAI Fix era algo que podía hacer yo misma, sin depender de sesiones de fisioterapia pautadas con criterios que no parecían funcionar. Así que compré FAI Fix el 7 de enero de 2017.

Desde el primer día que comencé el programa me di cuenta de que ese enfoque era lo que mi cuerpo necesitaba. Le dediqué en torno a una hora casi todos los días, y siempre salía de la sesión mucho mejor que como había entrado, al contrario que con la rehabilitación pautada por el médico. No puedo deciros cuándo noté una verdadera mejora durante mi día a día, supongo que al cabo de un mes, aproximadamente. Ahora estamos a finales de marzo de 2017 y el dolor ya es algo del pasado. Solamente me molesta un poco el cuádriceps cuando estoy varios días seguidos sin hacer los ejercicios de FAI Fix, aunque ahora apenas me acuerdo ni de mi cadera ni de mi cuádriceps en todo el día. Cuando tengo pequeñas molestias, hago algunos de los ejercicios (¡muy importantes los de fortalecimiento!) y rápidamente vuelvo a encontrarme bien. Puedo andar todo lo que quiera, puedo jugar con mis hijos, y me estoy planteando volver a hacer algún ejercicio “normal” como ir al gym.

Debo agregar que he combinado el programa FAI Fix con sesiones de osteopatía, centradas en relajar mis músculos más contracturados. En enero fueron tres, con una semana de separación, en febrero las espacié a cada 15 días y ahora voy una vez al mes, para tratar también otras molestias. Seguro que los masajes del osteópata me han ayudado, pero creo que la mejoría más importante se debe a seguir el FAI Fix cada día. Si dejaba de hacer los ejercicios de FAI Fix, notaba enseguida un empeoramiento, y en cambio si los hacía rápidamente mejoraba.

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